Lo que le había sucedido a Dámaso es un clásico de las
consultas de dermatología. Y es que algunos medicamentos que recomendamos para
el tratamiento de las queratosis actínicas pueden producir una reacción cutánea
muy intensa que, pese a que lo explicamos en la consulta, no siempre somos
capaces de hacernos entender, ya que no hay semana que no tengamos un “Dámaso” sin
cita en nuestra puerta. Bien es cierto que, en ocasiones, la reacción es tan
intensa, que (aunque lo hayamos advertido), el paciente puede interpretar que
no es normal y consultar por ello. Los tratamientos implicados suelen ser el
imiquimod y el 5-fluorouracilo. Ambos son tratamientos de varias semanas que,
aparte del susto comprensible, hacen dudar al paciente acerca de si seguir o no
aplicando el tratamiento o, por el contrario, suspenderlo, así que es normal
que busquen consejo de quien se lo ha recetado o incluso que acudan a un
servicio de urgencias, en el hospital o en atención primaria. En este último
caso se encontrarán (en algunos casos) a profesionales poco acostumbrados al
manejo de estas cremas, así que a continuación intentaremos dar una serie de
recomendaciones sobre cómo actuar.
Dámaso, el día que vino de urgencias |
Lo primero de todo es remarcar que no se trata de una
alergia, independientemente de que vayamos o no a suspender el tratamiento. Eso
es importante de cara a poder volver a prescribirlo en un futuro. Y aunque no
debería ser necesario remarcarlo, comentarios como “Pero, ¿qué le han dado?” y
similares tampoco ayudan. A partir de ahí, bastaría con utilizar el sentido común
y decidir en función de la intensidad y extensión de la reacción, teniendo en
cuenta además las características del paciente. O sea, que si nos explica que
su única hija se va a casar la semana que viene la decisión de suspender el
tratamiento está bastante clara. Personalmente, antes de prescribir 5FU o imiquimod, siempre les pregunto acerca de compromisos sociales en las próximas semanas,
para tenerlo en cuenta. Al fin y al cabo, las queratosis actínicas admiten
perfectamente unas semanas de retraso en su tratamiento sin tener que lamentar
consecuencias.
De manera que la primera decisión es si suspender el
tratamiento o, por el contrario, insistir al paciente a que prosiga con el
mismo, siguiendo las indicaciones del médico prescriptor. Como decía, sentido
común. Si la reacción es tan intensa que ha motivado una consulta urgente,
seguramente sea adecuado parar, recuperar esa piel y decidir más tarde si hace
falta o no algo más. Si estamos ante un paciente a quien no le han explicado (o
no lo ha entendido) que el tratamiento le iba a hacer reacción, si esta no es
demasiado intensa, es posible que pueda proseguir con el tratamiento hasta
completarlo.
En segundo lugar, hayamos o no interrumpido el tratamiento,
estamos ante un paciente con la piel bastante alterada (generalmente la de la
cara) que nos va a pedir algo para volver a restaurarla (o para poder aguantar
lo que reste de tratamiento). Y no, no vale con decirle que se restriegue aloe vera del jardín. Y aunque el cuerpo “nos pida” dar un antibiótico (y algunos
podamos caer en la tentación), hay que pensar que en la mayor parte de los
casos lo que estamos viendo es una inflamación y no una infección. Pese a todo,
intentaremos evitar en la medida de lo posible el uso de corticoides tópicos y,
salvo el caso de que nos explique que en unos días tiene la primera comunión
del nieto (en cuyo caso la combinación de fusídico y betametasona nos puede
salvar), instaremos al paciente a restaurar esa piel más lentamente, con la
ayuda de cremas reparadoras o epitelizantes, con o sin fotoprotector, así como
una higiene suave diaria. El solo hecho de interrumpir el tratamiento ya será
suficiente para que la reacción no vaya a más y la piel se recupere en los
próximos días. También vale la pena remarcar, siendo positivos, que si la
reacción ha sido tan intensa es más que probable que las pobres queratosis actínicas
hayan pasado a mejor vida, con lo que el objetivo terapéutico estará cumplido.
La fotoprotección cumple un doble papel a partir de ese momento: el de prevenir
que las queratosis actínicas reaparezcan y evitar las discromías residuales y
manchas.
Pero lo más importante es, seguramente, tranquilizar al
paciente y explicarle que lo que le ha sucedido es normal (aunque la intensidad
de la reacción es bastante imprevisible) y darle herramientas para que su piel
vuelva a lucir su aspecto habitual (pero sin las queratosis actínicas).
Con Dámaso hicimos todo eso: suspendimos el tratamiento, le recomendamos una crema reparadora con fotoprotección y nos aseguramos de que tuviera una cita de control con su dermatólogo.
Hoy empezamos nuevo año y también una nueva etapa en el blog, en el que disminuimos la frecuencia de publicación, de modo que a partir de ahora sólo habrá publicaciones los sábados. Así la emoción durará toda una semana en vez de pocos días. Espero vuestra comprensión.
Simplemente agradecer tus posts. Explicas de una manera tan sencilla cosas que, aunque pudieran parecer tan obvias, no lo son, y generan mucha desconfianza y malestar con el médico prescriptor. Gracias por tu generosidad.
ResponderEliminarGema Pérez. Médico de familia.