El carcinoma de células de Merkel (CCM) es un tumor raro,
pero no tanto como para que no le dediquemos un poquito de atención en este
blog. Y como que ya hace casi 10 años que hablamos del tema, ha llovido lo
suficiente como para darle otro repaso. En esta ocasión resumiremos este
artículo de Loren Hernández publicado en 2022 en Dermatologic Therapy y este
otro de Daniel Lewis en Dermatology Clinics (2023).
Ya sabemos que el carcinoma de Merkel es un tumor
neuroendocrino raro (pero con mala leche), cuya incidencia parece que está
aumentando en los últimos 30 años (en 2011 era de 0,79 casos por 100.000
personas y año). Este aumento parece ser debido al envejecimiento de la
población y a la fotoexposición crónica, además de que los diagnosticamos mejor.
Sabemos también que la radiación UV es un factor de riesgo, que suele
presentarse en personas mayores (75 años) y que es más frecuente en fototipos
bajos e inmunodeprimidos. Además, es algo más frecuente en hombres.
Pero lo más curioso de este tipo de cáncer de piel es su
patogénesis. Es el único cáncer que se desarrolla a partir de dos células germinales
según tenga o no relación con el poliomavirus de células de Merkel (MCPyV): los
positivos para el virus surgen de los fibroblastos mesodérmicos y los
negativos, a partir de los queratinocitos ectodérmicos (en este último caso el
daño inducido por la radiación ultravioleta es el que provoca las mutaciones
somáticas que explican el tumor). Se explica en el siguiente esquema del
artículo de L. Hernández, pero os recomiendo su lectura si tenéis interés.
Patogénesis del CCM. Imagen extraída del artículo de L. Hernández |
El CCM se presenta clínicamente como un nódulo o placa no
doloroso de crecimiento rápido, a menudo eritematoso o violáceo en áreas
fotoexpuestas (cabeza y cuello o extremidades). Puede ulcerarse, aparecer en
mucosas y presentarse con múltiples lesiones. El tamaño puede variar bastante,
desde lesiones de < 1 cm a > 2 cm. La presentación clásica que se ve en
casi el 90% de los pacientes se define con el acrónimo AEIOU (en inglés): Asymptomatic,
Expanding < 3 months, Immunosupression, Older age 50, and location on a
UV-exposed site.
Para un correcto diagnóstico tendremos que realizar una
exploración física completa y una biopsia de la lesión sospechosa, tanto para
hematoxilina-eosina como para una inmunohistoquímica completa. Las guías de laAJCC (American Joint Committee on Cancer) nos servirán para realizar el estadiaje
del tumor, utilizando la clasificación TNM, actualizada en 2018. La
dermatoscopia no es especialmente relevante, pero se han descrito estructuras
rosadas lechosas en zonas con desorganización arquitectural y presencia de
vasos arboriformes que deben hacer sospechar una lesión maligna.
La histología nos muestra un tumor bien delimitado, no encapsulado,
homogéneo. Microscópicamente la lesión es dérmica, constituida por grupos de
células redondas, basófilas, monomorfas, con núcleos grandes vesiculosos con
cromatina fina y granular (“en sal y pimienta”), siendo frecuente la presencia
de áreas necróticas, núcleos picnóticos y mitosis abundantes. La invasión vascular
es común, así como un infiltrado inflamatorio prominente alrededor del tumor,
formado por linfocitos y células plasmáticas (a veces también intratumoral).
Suele existir una zona de separación del tumor con la epidérmis y sólo en el
15% de los casos se observa ulceración. De manera excepcional se han descrito CCM
“in situ”, llamados “baby-Merkel”, de mejor pronóstico. Se han descrito
diferentes patrones histológicos (trabecular, nodular y difuso), sin
implicaciones pronósticas. Hasta en un 15% el CCM se presenta en colisión con
otro tumor (el más frecuente es el carcinoma de células escamosas).
Pero para poder realizar un diagnóstico de certeza, al
tratarse de un tumor neuroendocrino, deberemos recurrir a la inmunohistoquímica.
La mayoría marcan positivamente para citoqueratinas de bajo peso molecular (CK
8, 18, 19 y 20), mientras que las de alto peso molecular (CK7) no se expresan.
Así que es útil valorar la expresión de CK20 y CK7, que en el 90% de los casos
es positiva la primera y negativa la segunda. La enolasa neuronal específica es
muy sensible pero poco específica. La CD56 se expresa en el citoplasma en un
94% de los CMM. El diagnóstico diferencial histológico se debe realizar principalmente
con metástasis cutáneas de carcinoma de pulmón de células pequeñas, carcinoma
epidermoide poco diferenciado, un linfoma o un melanoma anaplásico de células
redondas. El S100 debe ser negativo. La microscopia electrónica ha sido clave
para conocer este tumor, pero no se utiliza de rutina. Existen alteraciones
citogenéticas en un 30-47% de los CCM, fundamentalmente en el cromosoma 1.
Se calcula que hasta un 13% de pacientes puede presentar
metástasis desconocidas en el momento del diagnóstico inicial, por lo que se
recomienda realizar estudios de imagen en todos los pacientes antes de la cirugía.
El PET-TC es más sensible que el TAC en estos pacientes.
Es importante examinar los ganglios linfáticos. En pacientes
con adenopatías palpables o demostradas por técnicas de imagen, se recomienda
realizar confirmación histológica mediante PAAF o biopsia ganglionar. Si no hay
evidencia de enfermedad ganglionar, entonces la biopsia selectiva de ganglio
centinela (BSGC) está indicada, siempre valorando el riesgo/ beneficio y las
características del paciente (el 25-30% de los pacientes sin evidencia clínica
de afectación linfática tendrán metástasis ganglionares).
Este tipo de tumores son complejos (y muchas veces se dan en
pacientes muy frágiles), así que suelen ser tratados en comités
multidisciplinares. Las tasas de supervivencia a los 5 años son del 51%, 35% y
14% en función de si la afectación es localizada, ganglionar o metastásica,
respectivamente.
Sea como sea, el tratamiento quirúrgico, siempre que sea
posible, sigue siendo lo primero a realizar, con un margen de 1-2 cm y llegando
a fascia muscular. La linfadenectomía estará indicada cuando se demuestra
afectación ganglionar por el tumor.
La radioterapia está indicada en aquellos tumores inoperables
o cuando los márgenes quirúrgicos se encuentren afectos y también puede estar
indicada en enfermedad localizada, como tratamiento adyuvante después de la
cirugía para minimizar el riesgo de recurrencia local.
Antes de la introducción de la inmunoterapia en 2016, la
quimioterapia estaba indicada en CCM metastásicos (carboplatino o cisplatino
con etopósido, ciclofosfamida con doxorrubicina o epirubicina y vincristina,
entre otros), con respuestas entre el 40-70%, pero no duraderas en el tiempo y
sin demostrar efectos en la supervivencia global.
El panorama ha cambiado bastante en los últimos años,
gracias a los inhibidores de checkpoint inmunológicos (PD-L1), como el avelumab,
el primer fármaco para el CCM autorizado por la FDA en 2017. En 2018
pembrolizumab también recibió la aprobación de la FDA para el CCM localmente
avanzado o metastásico. Nivolumab es otra terapia dirigida en fase de
evaluación, con resultados prometedores, así como ipilimumab. Además, está
aumentando el interés por nuevas dianas dirigidas contra la angiogénesis
tumoral (pazopanib o cabozantinib), ambos inhibidores de VEGFR-1. Esto no ha
hecho más que empezar y quizá veremos tratamientos en un futuro con imatinib,
idelalisib, copanlisib, duvelisib y alpelisib (inhibidores de PI3K). Así que
estaremos atentos a los avances y seguiremos estudiando para poder ofrecer lo
mejor a nuestros pacientes.
En el caso de María Luisa, se confirmó el diagnóstico tras la extirpación completa de la lesión y las técnicas de imagen no mostraron enfermedad ganglionar ni a distancia. Tras valorar el beneficio-riesgo, se decidió no realizar otras intervenciones y la paciente falleció 5 años más tarde debido a complicaciones de sus otras patologías.
Hoy tiramos pal Desierto.
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