Las miasis cutáneas son un grupo de enfermedades bastante
asquerosas (pero que a los dermatólogos nos encantan) que se caracterizan por
la infestación de larvas de dípteros (o sea, moscas) en humanos y vertebrados
vivos. El término “miasis” fue originalmente propuesto por Hope en 1840, y es
que myia en griego quiere decir mosca.
Clínicamente se clasifican según la zona anatómica afectada:
cutánea, entérica, oftálmica, nasofaríngea, auricular, oral y urogenital. Pero
la más frecuente es la forma cutánea, que a su vez se divide en: miasis
foruncular, miasis de heridas y miasis migratoria.
Como habéis podido adivinar, los “granos” de Elvira en
realidad se correspondían a una miasis forunculoide, así que hoy nos vamos a
centrar en esta forma clínica, que es la más frecuente, a raíz de un caso
recientemente publicado en la revista Actas Dermosifiliográficas por los
compañeros del Hospital Sant Joan de Déu, Marta Ivars y colaboradores, que
además también publicaron las imágenes ecográficas de esta misma paciente en
Medicina Clínica. Si queréis profundizar más sobre el tema, os recomiendo este
artículo de revisión de la revista americana de T. Mc Graw, y si queréis ver
cómo se mueve el bicho, no os perdáis este artículo con vídeo al final, de L.
Calderón-Lozano, también en Actas Dermosifiliográficas.
Imagen dermatoscópica. Foto: Marta Ivars |
Pero vamos “al grano” y a los bichos que lo provocan. Las
especies que suelen producir la miasis forunculoide son Dermatobia hominis
(en América Central y del Sur) y Cordylobia anthropophaga (en África).
Ambas especies, en su fase larvaria presentan unas espinas radiales en los
segmentos anteriores y un espiráculo en el segmento posterior que les permite
respirar. Otras especies responsables de este tipo de miasis son Cuterebra
sp. (EE.UU este, Ontario, Pacífico noroccidental), Wohlfahrtia vigil (América
Norte, Este y Central, Sureste Europa, Rusia, Pakistán) y Wohlfahrtia opaca (América
del Norte sur y occidental).
El ciclo vital de D. hominis es complejo. Las hembras
adultas depositan los huevos que se adhieren a un artrópodo vector (normalmente
un mosquito), el cual, al picar a un mamífero (humano o no) deposita los huevos
accidentalmente sobre él (otras especies pueden depositar los huevos
directamente sobre el huésped o sobre superficies que entren en contacto con el
huésped). Los huevos eclosionan al detectar el calor del huésped y la larva
penetra en la piel, creando una cavidad en la que se desarrolla durante las
siguientes 5-10 semanas, alimentándose de los tejidos de su víctima y dejando
un poro central para poder respirar. Cuando está madura, la larva abandona el
huésped, formando una pupa ya en el exterior, que tras un mes eclosiona,
saliendo un nuevo espécimen de mosca adulta.
Larva de D. hominis. Fuente: Animalia |
La miasis forunculoide por D. hominis (entidad importada
habitualmente de América Central y del Sur) se caracteriza por la aparición de
un número limitado de lesiones papulosas, frecuentemente precedidas de picaduras
de mosquito (que actúa como vector), que aumentan de tamaño durante unas 3
semanas, debido al crecimiento progresivo de la larva a lo largo de 6-12
semanas, que se mantiene estrechamente adherida al huésped mediante varias
coronas de ganchos de quitina, llegando a formar nódulos bien delimitados, de
aspecto forunculoide, de consistencia firme. En esta fase se puede observar en
ocasiones un punto central de color crema que corresponde a los segmentos
posteriores o espiráculos respiratorios de la larva. El diagnóstico es clínico
y se basa en la visualización del parásito. El diagnóstico diferencial se
realiza con los forúnculos, los quistes epidérmicos y los abscesos.
La dermatoscopia en este tipo de lesiones puede ayudar a
confirmar el diagnóstico de sospecha, al permitir una visualización del
parásito más nítida (los dermatoscopistas más expertos son incluso capaces de
diferenciar la especie de larva con la imagen dermatoscópica). Un truco que
suele funcionar es mantener el dermatoscopio aplicado sobre la lesión durante
varios minutos ya que, al ocluir el orificio respiratorio, esto va a provocar
la salida del extremo caudal de la larva buscando aire. La ecografía también
puede ser de ayuda, observándose estructuras hiperecoicas con morfología en
botella rodeadas de un halo hipoecoico. Tapar el orificio con vaselina durante
algunos minutos también permite visualizar a simple vista cómo la larva intenta
“salir a tomar aire”.
En el caso de Elvira, procedente de África Occidental, la
culpable tenía que ser Cordylobia anthropophaga, la especie de mosca más
frecuentemente responsable por esos lares, quien deposita sus huevos en suelo
seco o contaminado con excrementos y, una vez eclosionan, las larvas son
capaces de penetrar en la piel del huésped y formar las lesiones forunculares.
El tratamiento consiste en la extracción de la larva y en
ocasiones es necesaria la ampliación quirúrgica del orificio de salida, pero en
la literatura se describen varios métodos de extracción, como la presión simple
en la periferia, la tracción con pinzas si la larva aflora a la superficie o la
extirpación quirúrgica. La elección de la técnica se basa en el tipo de larva y
en su estadio de maduración. Hay que tener en cuenta que, aunque impedir la
entrada de aire en el orificio puede sonar bien a priori, en este caso
debemos asegurarnos de extraer la larva. De lo contrario, si permitimos que se
asfixie y no la retiramos, provocaremos una respuesta inflamatoria y la
formación de un granuloma por cuerpo extraño. En la literatura también está
descrita la utilización de ivermectina oral en casos de parasitación múltiple o
en inmunodeprimidos, pero siempre retirando la larva.
Como complicaciones, la sobreinfección bacteriana es la más
frecuente. Aunque en casos de miasis forunculoide la larva no migra del punto
de inoculación y no invade tejidos profundos, se han reportado casos de miasis
cerebral fatal en niños por penetración a través de las fontanelas abiertas.
Como siempre, la prevención es lo más interesante, recomendándose el uso de repelentes de insectos y ropa de algodón larga y ajustada cuando se viaje a zonas endémicas.
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