La vitamina D es una prohormona que se obtiene
principalmente de la exposición a la radiación ultravioleta B (UVB) y de la
dieta, que desempeña un papel fundamental en la salud ósea y en la inmunidad,
además de tener un efecto antineoplásico. Desde el año 2009 se cuantifica la
25-hidroxivitamina D o colecalciferol para medir los niveles. Según la Academia
Nacional de Medicina (NAM) niveles de > 20 ng/ml son suficientes para una
salud óptima, mientras que para la American Endocrine Society (AES) el punto de
corte está en 30 ng/ml. Esto tiene su miga, ya que en los últimos años se ha
puesto el foco en que, según estos criterios, hasta el 70% de la población
europea sería deficitaria en vitamina D, incluso en países mediterráneos como
el nuestro con un elevado índice de exposición solar. Otros autores consideran
erróneo ese punto de corte y recientemente, la US Preventive Services Task
Force ha recomendado no medir los niveles de vitamina D en personas sanas,
limitándolo a pacientes con riesgo de osteoporosis o fracturas.
Foto: Pexels |
Pese a que el déficit de vitamina D sí se ha asociado con un
mayor riesgo de cáncer colorrectal, de mama y de próstata, esa asociación es
mucho más controvertida en lo que respecta al cáncer cutáneo. Así que hoy vamos
a aprovechar un artículo de Miguel Mansilla y colaboradores, compañeros
dermatólogos de Valencia, Barcelona y Figueres, publicado recientemente en
Actas Dermo-Sifiliográficas, que revisa la literatura sobre este tema tan interesante.
En primer lugar, estudian la relación entre los niveles de
vitamina D y el cáncer cutáneo no melanoma (CCNM). Aunque de entrada pueda
sonar extraño, la mayoría de estudios concluyen que niveles suficientes de
vitamina D se asocian a un mayor riesgo de CCNM, en especial el carcinoma
basocelular, aunque no todos los estudios demuestran esa conclusión.
¿Y la suplementación en estos pacientes? Pues un estudio
aleatorizado contra placebo en más de 36.000 pacientes evaluó los efectos de la
suplementación de 400 UI de vitamina D y 1000 mg de calcio en el riesgo de CCNM
y melanoma en mujeres postmenopáusicas, con una media de seguimiento de 7 años
y concluyó que los suplementos no redujeron la incidencia general de cáncer
cutáneo (ninguno de los tipos). Otro metaanálisis que incluyó estudios
prospectivos, con más de 200.000 pacientes, tampoco reveló un mayor riesgo de
carcinoma escamoso cutáneo ni de melanoma, pero sí de carcinoma basocelular en
aquellos pacientes que tomaban suplementos de vitamina D.
Con el melanoma hay ciertos matices a tener en cuenta.
Algunos estudios relacionan niveles más bajos de vitamina D con una mayor
incidencia de melanoma, incluso con un mayor índice de Breslow, pero esto no se
replica en otros trabajos e incluso hay otros que mostraron que niveles
elevados de vitamina D se relacionan con una mayor incidencia, incluyendo un
estudio con una muestra mayor de 500.000 pacientes. Pero independientemente del
riesgo de presentar la enfermedad (todo muy contradictorio), también existen
estudios que demuestran que niveles bajos de vitamina D se relacionaron con
melanomas de peor pronóstico y en este punto parece haber una mayor uniformidad
en las conclusiones de los diferentes trabajos. Esto sí, la suplementación en
pacientes con melanoma no se asocia a mayores tasas de supervivencia libre de
enfermedad. Lo mismo pasa con la suplementación en pacientes de melanoma que
reciben terapias avanzadas, ya que estos pacientes presentan un menor riesgo de
colitis inmunomediada.
Finalmente, un breve apunte en lo referente a
fotoprotección, que es otro tema muy debatido, ya que algunas personas piensan
que el uso de fotoprotectores tópicos tiene un impacto negativo en los niveles
de vitamina D. La realidad y los estudios nos han demostrado que esto no es
así, y que el uso regular de fotoprotectores tópicos no produce un impacto en
los niveles de vitamina D de personas sanas. Tampoco se ha encontrado
asociación entre el uso de fotoprotectores tópicos y disminución de la densidad
de la masa ósea o un mayor riesgo de fracturas osteoporóticas.
Los autores de este trabajo concluyen, como no puede ser de
otra manera, que la asociación entre niveles de vitamina D y cáncer cutáneo es
controvertida, así como su suplementación, sin que existan criterios establecidos
ni recomendaciones en las principales guías de cáncer cutáneo. El hecho de que
el riesgo de carcinoma basocelular sea mayor en personas con niveles normales
de vitamina D hace pensar que tenga una relación directa con una exposición
solar continuada. La suplementación sí que parece tener más sentidos en
aquellos pacientes con melanoma sometidos a inmunoterapia, con un grado de
recomendación B y un nivel de evidencia IIb, aunque necesitamos más estudios
que lo corroboren.
Os preguntaréis qué pasó con Fermín. Estaba claro que lo que tenía era un carcinoma basocelular, así que se lo extirpamos, confirmando así el diagnóstico y de momento no ha presentado otras lesiones sospechosas.
HOMESTEAD STARLIGHT from Gavin Heffernan on Vimeo.
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