Exantema fijo medicamentoso (EFM), erupción fija por
fármacos, eritema fijo pigmentado… todos estos términos se utilizan para
denominar un tipo especial de toxicodermia que es relativamente frecuente (y
probablemente infradiagnosticada) y que clásicamente se presenta después de
tomar el agente causal como una o varias máculas o placas bien delimitadas que
reaparecen en la misma localización cada vez que el paciente se toma el medicamento
en cuestión y que se resuelven dejando una hiperpigmentación que puede ser muy
persistente.
No es la primera vez que hablamos de esto en el blog (nos
trajimos un caso pediátrico desde África) y puede afectar a personas de
cualquier edad, aunque lo más frecuente es que se presente en pacientes en la
3ª-4ª décadas de la vida, sin que quede claro si hay un predominio por sexos
(según los estudios que consultemos).
Como que la erupción es más bien “extraña” muchas veces no
suele relacionarse con un origen medicamentoso y eso hace que el tiempo medio
para llegar a un diagnóstico sea de casi 2 años desde el inicio de los
síntomas. Casi el 60% de los pacientes experimentan al menos dos episodios
antes del diagnóstico, e incluso un estudio reportó que el 28% de los pacientes
afectos habían sufrido más de 10 brotes antes de saber lo que les pasaba. O
sea, que no está de más reconocer este cuadro y sus potenciales
desencadenantes.
Clásicamente el EFM se presenta como máculas o placas ovaladas o redondas, bien delimitadas, eritemato-violáceas, a vece edematosas, que aparecen en la piel o en las mucosas, de un tamaño variable entre 1-10 cm, pudiendo ser solitarias o múltiples. Lo característico que debe hacernos sospechar siempre es la reaparición de las lesiones en la misma localización tras la reexposición al agente causal. Aunque la mayoría de veces son asintomáticas, en una cuarta parte de los casos los pacientes experimentan picor o escozor.
El EFM se clasifica en varios subgrupos en función de
su morfología. Básicamente se dividen en las formas ampollosas y en las
pigmentadas, las cuales pueden a su vez ser localizadas o generalizadas. Es
fácil llegar a la conclusión de que un EFM ampolloso generalizado se puede
confundir con cuadros mucho más graves, como un síndrome de Stevens-Johnson o
una necrólisis epidérmica tóxica, pero se acepta que el EFM no va a comprometer
la vida del paciente (a diferencia de las otras dos). Siempre hay excepciones e
incluso un estudio reportó una letalidad del 22% (13 de 58) en pacientes de
edad avanzada (78 años de media). También existe una variante no pigmentada que
se resuelve sin hiperpigmentación postinflamatoria.
Las localizaciones más frecuentes incluyen las extremidades,
tronco, manos, cabeza, labios y las mucosas (incluyendo cavidad oral y mucosa
genital). Las lesiones genitales son más frecuentes en varones (aunque no se
sabe del todo si esa apreciación se debe a que quizá las mujeres consultarían
menos por ese motivo). Las lesiones orales suelen resolverse sin dejar pigmentación.
En la mayor parte de los casos el intervalo entre la
administración del agente desencadenante y el inicio de los síntomas es menor a
48 horas. Sin embargo, puede ser muy variable, con periodos que pueden oscilar
entre 0 y 45 días (cuanto más tiempo, más complicado será sospecharlo). Eso sí,
en las recurrencias esa latencia parece disminuir.
Se considera que el EFM es una reacción de hipersensibilidad
de tipo IV, como resultado del daño de la capa basal de la piel y la activación
de las células T CD8+ residentes. Si hacemos una biopsia, veremos una
dermatitis de interfase con cambios vacuolares y células disqueratósicas. La
espongiosis es frecuente, y también veremos un infiltrado inflamatorio mixto en
la dermis profunda con linfocitos, eosinófilos y neutrófilos. Podemos ver edema
y ampollas subepidérmicas. Las recurrencias y en lesiones crónicas hay
melanófagos en la dermis superficial y, en ocasiones, fibrosis. Se cree que
puede haber una susceptibilidad genética para presentar EFM y se ha observado
un incremento de la expresión de algunos HLA.
El diagnóstico se basa en la sospecha clínica ante
lesiones compatibles en un paciente que recientemente haya tomado algún fármaco
(aunque veremos que existen otros agentes causantes del cuadro). El diagnóstico
precoz y la supresión del desencadenante es fundamental, ya que en la mitad de
los pacientes las recurrencias con en forma de lesiones de mayor tamaño y más
sintomáticas. Si hay muchos fármacos de por medio no es descabellado (ni
demasiado arriesgado) hacer un test de provocación oral, que en realidad
es el gold standard para identificar la causa, aunque esto mejor hacerlo
con prudencia y a dosis subterapéuticas. También se puede recurrir a tests de
provocación tópica mediante prueba del parche, una alternativa algo más
compleja de realizar, pero más segura, que se realiza sobre una zona
previamente afectada y con un parche de control en la piel sana, aunque no
existen métodos estandarizados. Las biopsias no suelen ser necesarias, salvo
que sospechemos otras patologías.
El tratamiento consiste, evidentemente, en evitar el agente causante de la erupción y, mientras tanto, tratamiento sintomático con corticoides tópicos y, si hay picor, antihistamínicos orales, con resolución del cuadro, aunque la hiperpigmentación persistente puede ser un problema.
Pero si habéis llegado hasta aquí probablemente lo que más
os interese son los potenciales culpables de esta curiosa erupción. La lista es
larga y cambiante con el paso del tiempo, pero clásicamente los medicamentos
implicados eran antibióticos, paracetamol y AINEs. Los barbitúricos, antes
en esa lista, se reportan raramente hoy en día, seguramente porque apenas se
utilizan.
El antibiótico que se sitúa en cabeza de lista es el cotrimoxazol (junto a otras sulfamidas, incluida la sulfona), luego van los nitroimidazoles (metronidazol, tinidazol), las tetraciclinas (tetraciclina y doxiciclina), las quinolonas (ciprofloxacino, norfloxacino, ofloxacino), las penicilinas (penicilina, amoxicilina), macrólidos (azitromicina, claritromicina), vancomicina y cefalosporinas (ceftriaxona y cefixima).
Los analgésicos y antiinflamatorios son otras estrellas destacadas, como el paracetamol, metamizol y el naproxeno (también ibuprofeno, piroxicam, diclofenaco y otros).
Pero claro, la lista en los últimos 20 años no hace sino que
aumentar, con más de 200 medicamentos que la han ido engrosando. Algunos de
esos “nuevos culpables” son los inhibidores de COX-2 (etoricoxib y celecoxib),
el ácido tranexámico, clopidogrel y otros agente antiplaquetarios,
betabloqueantes (atenolol, bisoprolol, propranolol), estatinas (atorvastatina,
simvastatina, rosuvastatina), incluso antiH1 (cetirizina, loratadina),
antivirales (aciclovir, valaciclovir, famciclovir), antidiabéticos orales
(metformina, dapaflifozina, gliptinas), inhibidores de la bomba de protones
(omeprazol, esomeprazol), fluconazol, inhibidores de la fosfodiesterasa 5
(sildenafilo), inmunomoduladores (micofenolato, agentes biológicos, axitinib),
alopurinol, antineoplásicos (paclitaxel, capecitabina), vacunas (gripe,
covid19), hierbas medicinales, contraste yodado, complejos multivitamínicos, …
Aunque lo más chocante es cuando este tipo de erupción se
asocia, no ya a medicamentos, sino a alimentos. Mucho más difícil de sospechar,
¿eh? En este caso tenemos que cambiarle el nombre y hablar de erupción fija
alimentaria. La quinina de la tónica es un clásico (ojo con los gintonics).
Otros posibles desencadenantes descritos son las nueces, lentejas, regaliz,
fresas y espárragos. Os podéis imaginar que estos casos son de difícil
sospecha, y hay que ser un verdadero Sherlock Holmes para llegar a un
diagnóstico.
Si os interesa profundizar en este tema os recomiendo este
artículo de Jessica McClatchy publicado en 2022.
Thiago tenía unas lesiones bastante sospechosas, así que cuando le preguntamos de manera específica por fármacos nos explicó que tomaba ocasionalmente naproxeno para su lumbalgia. Y sí que parecía que los episodios de lumbalgia precedían a las lesiones de la piel, así que le dijimos que cambiara de analgésico (teniendo en cuenta que otros AINEs pueden hacer reacción cruzada).
Hoy terminamos dando la vuelta al mundo: casi nada.
And yet it all seems limitless - One year around the world (4K) from Fabien Carré on Vimeo.
Fue muy interesante a. Lectura
ResponderEliminar