Aunque las lesiones eran muy sugestivas, Orlando también nos
explicó que un compañero de judo tenía algo similar, así que a la Dra. Martín
no le costó orientar el diagnóstico hacia una dermatofitosis corporal. Como que
el más que probable origen del contagio había sido la práctica de un deporte de
contacto, en este caso podemos hablar de lo que llamamos tinea corporis
gladiatorum. O sea, hongos de lucha (para diferenciarlos de los hongos de
ducha, como el pie de atleta, aunque eso ya es cosa mía).
Lo cierto es que no son pocas las dermatosis que se reportan
en deportes de lucha, siendo el wrestling (lucha libre) el más “famoso”
en la literatura dermatológica. Muchas de esas condiciones son infecciosas, y
la transmisión se produce por el contacto piel con piel. El más frecuente es el
herpes gladiatorum (del que ya hablamos aquí hace algún tiempo), pero las tiñas
también se encuentran en ese podio. Y no es algo baladí, ya que estas
infecciones son motivo de descalificación en el caso de deportistas de
competición, así que vale la pena saber reconocerlas (y tratarlas). Para ello,
retrocederemos en el tiempo hasta el año 2002, en que Brian Adams (el
dermatólogo, no el cantante), publicó en la revista americana de dermatología
un artículo de revisión sobre este tema que hoy repasaremos.
Lesiones del primer día en la extremidad inferior |
Es un problema conocido desde los años 60, especialmente en
lucha libre, pero también en otros deportes de contacto (artes marciales).
Respecto a la etiología es curioso que la mayor parte de
casos reportados de tinea corporis gladiatorum están causados por Trichophyton
tonsurans. Clínicamente las lesiones son las típicas que cabe esperar en una
dermatofitosis (aunque al principio pueden ser pápulas y placas
eritemato-descamativas, no siempre circinadas). En los luchadores, las
localizaciones habituales son la cabeza y cuello (49%), tronco (37%) y extremidades
superiores (59%).
La infección se transmite por el contacto piel con piel,
pero algunos factores del huésped la favorecen, como la presencia de cortes,
abrasiones, humedad y ropa oclusiva.
El diagnóstico es clínico si las lesiones son las más
típicas y, como siempre, el examen directo nos ayudará a tener mayor seguridad
y, siempre que sea posible, realizaremos un cultivo para confirmarlo. Dado que
(al menos en algunas disciplinas) es motivo de descalificación (y aunque no lo fuera,
es contagioso), es recomendable instaurar el tratamiento a la mayor brevedad.
En 1999 se compararon diferentes tratamientos en un estudio randomizado (en
este escenario concreto) y concluyó que el tratamiento más eficaz fue
fluzonazol 200 mg/semana durante 4 semanas. El tratamiento tópico puede ser
suficiente en lesiones solitarias, pero hay que tener en cuenta que después de
2 semanas de aplicar clotrimazol dos veces al día, más del 50% de los cultivos
siguen siendo positivos (pero con terbinafina tópica, sólo un 33% a los 7 días).
En los pacientes tratados por vía oral, el 60% de los cultivos fueron negativos
a los 7 días.
Por supuesto, la prevención es fundamental. Medidas
higiénicas, evitar compartir ropa y los protectores de cabeza pueden reducir la
transmisión de estas dermatofitosis.
Por último, agradecer a la Dra. Mar Martín Dorado, dermatóloga
de la Clínica Senda en Madrid, que me haya prestado este caso para poder
explicarlo en el blog (habiéndome permitido alguna licencia poética para hacerlo
más docente). El caso de Orlando se trató con terbinafina oral y sertoconazol
tópico, con resolución de las lesiones al cabo de dos semanas, aunque el tratamiento
se mantuvo durante 4 semanas.
El vídeo de hoy va de mariposas: las monarca, esos "tigres alados".
Winged Tiger from Tim Kellner on Vimeo.
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