El lupus eritematoso túmido fue descrito como tal en
la literatura en 1930 por Gougerot y Burnier, aunque en los años siguientes no
se le hizo demasiado caso a esta nomenclatura y, de hecho, en la clasificación
de Gillian de los años 70 en la que se contemplan tres tipos principales de
lupus eritematoso cutáneo (el crónico, el subagudo y el agudo), no se
mencionaba para nada al túmido, lo que contribuyó a que se considerara una
forma infrecuente, siendo estos pacientes diagnosticados a menudo de lupus
cutáneo crónico. Sin embargo, desde principios del siglo XXI se ha recuperado
el interés por esta entidad, que se ha ido perfilando como un subtipo de lupus
eritematoso cutáneo, con unas características particulares, que es más
frecuente de lo que inicialmente pensábamos.
En este artículo de Actas Dermosifiliográficas del año 2011 de C.
Rodríguez-Caruncho, junto con Isabel Bielsa, lo explican mucho mejor que yo.
Además, no es la primera vez que traemos a este blog un caso de lupus túmido.
Respecto a la epidemiología, este artículo publicado el mes pasado en la revista americana de dermatología, describen las características clínicas y epidemiológicas de 179 pacientes (en un estudio retrospectivo), de los que casi 3/4 partes eran mujeres (pese a que en muchas publicaciones se afirma que la frecuencia es similar en ambos sexos), con una edad media al diagnóstico de 56 años, siendo las localizaciones más frecuentes la cara, el tronco y los brazos (en la imagen podéis ver la distribución anatómica de las lesiones en ese grupo de pacientes). El 8% de los pacientes tenían además otros subtipos de lupus eritematoso. En otro trabajo publicado en Medicina Cutánea Íbero-Latino-Americana en 2020 por el grupo del Hospital Clínic de Barcelona, un 15% del total de pacientes con lupus eritematoso cutáneo que consultaron en el servicio de Dermatología entre 2003 y 2017 fueron diagnosticados de lupus tumidus.
Distribución anatómica de las lesiones de lupus tumidus (Fuente: JAAD) |
Esta entidad tiene una gran similitud clínica con la
erupción polimorfa solar, la infiltración linfocítica de Jessner, la mucinosis eritematosa
reticulada, y el granuloma anular. Una vez más, la biopsia nos ayudará a definir
el cuadro (algunos autores incluso plantean que la mucinosis eritematosa
reticulada y el lupus túmido son espectros distintos de una misma entidad).
Pero en general, el lupus túmido es una enfermedad crónica
para la que no existe un tratamiento definitivo. Dejar de fumar siempre ayudará
(como en todas las variantes de lupus) y la fotoprotección solar de amplio
espectro son los dos pilares básicos del tratamiento no farmacológico. El
tratamiento médico consiste principalmente en corticoides tópicos, el
tacrolimus 0,1% en pomada y los antipalúdicos orales, aunque en algunos
pacientes las lesiones se resuelven de manera espontánea sin tratamiento. Los
inmunosupresores sistémicos deben reservarse en estos pacientes para casos muy
resistentes, que no suelen ser habituales.
A Elisabet le realizamos una biopsia que confirmó el diagnóstico. Los ANA fueron positivos a títulos de 1/320, siendo negativos el resto de autoanticuerpos. No lo habíamos dicho, pero los brotes solían aparecer en los meses de primavera y verano, aunque nuestra paciente precisó realizar tratamiento con hidroxicloroquina (sólo los meses de más sol) para controlar completamente las lesiones, además de una fotoprotección más estrictas.
Hoy os dejo con el capítulo 55 de la serie "El hombre y la tierra". El lobo, claro...
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