Cualquier dermatólogo “occidental” afirmaría que las queratosis actínicas (QA) están entre sus 5 motivos de consulta más frecuentes, aún más en aquellos países con una elevada exposición solar y habitantes de piel clara (en Australia la prevalencia de QA en mayores de 40 años es del 40-60%), y la importancia de un correcto diagnóstico es su relación con el carcinoma escamoso, de ahí que se considere una lesión precancerosa o incluso, un carcinoma in situ, aunque lo cierto es que el riesgo de progresión a carcinoma epidermoide a partir de una QA individual no está nada claro y, según el estudio que consultemos, varía enormemente entre un 0,1 y un 20%. Así que nos va mejor considerar las QA en su conjunto, como un factor de riesgo de carcinoma escamoso cutáneo, ya que los pacientes con múltiples QA (>10) tienen un riesgo acumulado del 14% de desarrollar carcinoma escamoso en 5 años (bien sobre una QA previa o incluso en piel previamente sana, porque hasta el 40% de los carcinomas escamosos se aparecen en piel sana). Y por ello seguimos discutiendo (aún teniendo clara la relación) si hay que tratar o no todas las queratosis actínicas en todos los pacientes. La realidad es que, al menos, lo intentamos, siempre valorando el perfil beneficio-riesgo y las características individuales del paciente.
Imagen dermatoscópica de QA. ¿Veis la fresa? |
Pero antes que decidir tenemos que realizar un correcto diagnóstico. La verdad es que las QA se diagnostican fácilmente si tenemos al paciente delante, sobre todo si las podemos tocar (ese tacto rasposo tan característico es inconfundible). Claro que hoy, con la teledermatología a la orden del día, en ocasiones sólo contamos con la imagen y, a decir verdad, las QA no lucen demasiado en una foto. Sabemos que suelen presentarse como lesiones (muchas veces múltiples) palpables, de tamaño variable (desde pocos milímetros a 1-2 cm), en áreas expuestas (cara, nariz, cuero cabelludo -si hay poco pelo- y superficie extensora de los antebrazos y manos), normalmente asintomáticas, pero que en algunos pacientes pican o escuecen. En 2007 se propuso una clasificación que las estratificaba en tres grados, desde el grado 1 (apenas palpables) hasta el 3 (las hipertróficas).
¿Y ahora? (Dermatoscopia de una fresa de mi huerto) |
Por eso la dermatoscopia puede ser de gran ayuda para afinar el diagnóstico (ya sabéis que los dermatólogos somos muy fans de la luz polarizada, que nos permite evaluar estructuras más profundas, más allá de la epidermis, con su correlato histológico). Hoy concretamente, vamos a resumir los hallazgos que podemos observar en las QA no pigmentadas (porque las QA pigmentadas merecen un capítulo aparte y las comentaremos otro día). Y si queréis ampliar la información, os podéis leer este artículo de Alice Casari en Biomedicines (2018) o este otro de Iris Zakaudeck en British Journal of Dermatology (2006).
En las QA faciales no pigmentadas se han descrito los siguientes criterios dermatoscópicos: eritema, un pseudorretículo bastante evidente de color rosado-rojo que rodea las aperturas foliculares (95%), una superficie escamosa amarillenta o blanquecina (85%), unos vasos finos ondulados perifoliculares (81%) y unos tapones queratósicos amarillentos en las aperturas foliculares (66%) a veces rodeadas por un halo blanco. Todo ello hace que, con un poco de imaginación, en la mayoría de las ocasiones el aspecto recuerde a una fresa (fondo rojo y puntitos amarillos).
Sé que no es época de fresas, pero queratosis actínicas tenemos todo el año, así que recordad esta imagen. Del tratamiento, también hablaremos otro día. A Constanza le realizamos crioterapia en la consulta y así se pudo ir a hacer la comida.
El vídeo de hoy: orquídeas con sonido de guerra. Un poco raro, lo sé.
N-UPRISING 'The Dark Days' 8K from Thomas Blanchard on Vimeo.