Cuando hablamos de niños y piojos automáticamente pensamos en los piojos de la cabeza (Pediculus humanus capitis), tema recurrente en los grupos de Whatsapp de padres del cole cada inicio de curso. Pero los piojos del pubis (Phthirus pubis) son otro cantar, sobre todo cuando los diagnosticamos en edad pediátrica, por varios motivos que vale la pena tener en cuenta. Porque, ¿qué hacen unas ladillas infestando las pestañas de un bebé?
La pitiriasis palpebral (de la que ya hemos hablado con anterioridad en este blog) es una parasitosis infrecuente que se puede confundir con una blefaritis o con una conjuntivitis. Los piojos del pubis (conocidos vulgarmente como ladillas) se consideran habitantes exclusivos de esa región y raramente “pasean” por otros sitios, salvo las pestañas donde pueden llegar por paso directo -se hipotetiza que el espacio medio entre los folículos pilosos adyacentes en ambas regiones es aproximadamente igual a la distancia de agarre de las garras traseras del piojo-, siendo la transmisión por fómites o ropa poco frecuente (que no imposible). Por ello se considera una infección de transmisión sexual (ITS) y hasta el 30% de pacientes diagnosticados de este problema (adultos) tienen además alguna otra ITS.
Y aunque ambas especies son piojos, son especies completamente distintas, bastante fáciles de distinguir en su forma adulta con una lupa de aumento o al microscopio (o incluso con el dermatoscopio o, en una consulta de oftalmología, con la lámpara de hendidura).
La presentación clínica suele ser picor e irritación de la zona palpebral, con liendres visibles y mínimos puntitos rojos, resultado de la mordedura del piojo, así como depósitos de material fecal en las pestañas (que se ve como unos puntitos marrones) que puede acarrear una mayor inflamación, con blefaritis secundaria, conjuntivitis folicular, queratitis marginal y linfadenopatías regionales. Aunque por sí mismos estos piojos no transmiten ninguna otra infección (a diferencia de los piojos del cuerpo, que pueden transmitir el tifus), el rascado y la alteración barrera de la piel que suponen pueden tener como complicación la aparición de infecciones bacterianas secundarias, especialmente el impétigo.
El diagnóstico es sencillo si nos acercamos un poco y tenemos buena vista. Pero si por algún motivo tiene relevancia un diagnóstico correcto es por considerarse como un posible signo de abuso sexual. No nos corresponde a nosotros demostrarlo, pero sí notificarlo a las autoridades judiciales pertinentes y, en este caso, nuestros compañeros trabajadores sociales y los pediatras nos echarán una mano sobre cómo proceder si no estamos demasiado acostumbrados a manejar este tipo de situaciones, siempre desagradables para todo el mundo. Y aunque muchas veces puede existir una explicación “plausible” (seguramente nos tocará explorar al resto de familiares, convivientes y cuidadores), en alguna ocasión se ha llegado a detectar una situación de abuso a partir de “picores en los ojos”.
P. pubis al microscopio. Fuente: Wikimedia |
El abuso sexual en pediatría es un hecho por desgracia no excepcional que afecta a niños y niñas de todas las edades y estratos socioeconómicos y que puede implicar graves lesiones y secuelas tanto físicas como psicológicas en la víctima. Si estáis interesados podéis revisar este artículo de Actas Dermosifiliográficas de I. Pau-Charles (2012) sobre signos cutáneos de maltrato infantil, nunca está de más estar atentos ante este tipo de situaciones.
Respecto al tratamiento de la pediculosis de las pestañas, lo más utilizado es retirar los piojos y las liendres mecánicamente con mucha paciencia previa oclusión con vaselina. Los pediculicidas que pueden utilizarse en esa zona incluyen la fluoresceína al 20%, fisostigmina 0,25% (pero no se carga las liendres), óxido de mercurio 1% en pomada oftálmica y gel de pilocarpina al 4%.
Y eso es todo por hoy, el caso de Marcelo terminó bien, pero me ahorraré los detalles por aquello de evitar un morbo innecesario o inventarme un final alternativo que tampoco se ajustaría a la realidad.
Hoy terminamos buceando en la Gran Barrera de coral, con este precioso vídeo que nos recuerda además lo frágil que es.
Fight For Our Reef from Julia Sumerling - @seajewlz on Vimeo.
Una cosa más que he aprendido hoy... Me he quedado O.O
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