Aunque a simple vista la lesión por la que venía Camilo podía parecer bastante “fea”, la exploración con el dermatoscopio nos dejó tranquilos definitivamente. Se trataba de un angioqueratoma, y no necesitamos más pruebas para estar seguros de que esa “mancha” que tanto preocupaba a nuestro paciente era completamente benigna.
No es la primera vez que hablamos en este blog de angioqueratomas, con sus diferentes formas clínicas (angioqueratoma de Mibelli, angioqueratoma de Fordyce, angioqueratoma solitario, angioqueratoma circunscrito y angioqueratoma corporis diffusum de la enfermedad de Fabry), término que se emplea para designar diferentes lesiones que tienen en común el estar formadas por vasos dilatados en la dermis superficial y presentar una hiperplasia de la epidermis que los recubre.
El angioqueratoma solitario es la forma más frecuente de todas (más del 70%) y clínicamente se presenta como una pápula o pequeño nódulo de color azulado, violáceo o negruzco de 2-10 mm de diámetro, algo queratósico en la superficie, que se localiza preferentemente en las extremidades inferiores de personas jóvenes. El problema es que, en ocasiones, pueden experimentar un rápido crecimiento que a veces se acompaña de cambios llamativos en la coloración, a veces con sangrado, lo que puede alarmar al paciente, pudiendo generar dudas diagnósticas en el médico que lo atienda, con un carcinoma basocelular pigmentado o con un melanoma maligno. Bueno, eso si el médico no dispone de un dermatoscopio, ya que el angioqueratoma es de las lesiones más sencillas de diagnosticar con este aparato, cada vez más habitual en las consultas de atención primaria. Así que a continuación, repasaremos brevemente los principales hallazgos dermatoscópicos de esta lesión.
Dibujo esquemático |
Las características dermatoscópicas de los angioqueratomas solitarios que se ven con mayor frecuencia son: las lagunas oscuras, las lagunas rojas, el velo blanquecino, eritema y costras hemorrágicas, siendo las lagunas oscuras las estructuras dermatoscópicas más frecuentes y específicas de esta lesión, y que consisten en unas estructuras redondas u ovaladas de coloración azul oscura, violácea o negra, que se corresponden histológicamente a la presencia de vasos dilatados en la dermis, los cuales están total o parcialmente trombosados, de ahí esas tonalidades. Se ven en más del 93% de los angioqueratomas, con una especificidad del 99%, y su presencia permite excluir un carcinoma basocelular y un melanoma. El velo blanquecino es un área blanquecina homogénea que histológicamente se corresponde con hiperqueratosis y acantosis, también muy frecuente en este tumor, aunque menos específica.
En el caso de nuestro asustado paciente, podíamos apreciar estas lagunas oscuras, velo blanquecino, pero también costras hemorráginas. A simple vista, incluso se veía un halo equimótico perilesional.
Así pues, a Camilo le explicamos que podía estar tranquilo, que esa lesión no comportaba riesgo alguno, aunque finalmente nos pidió que se la quitáramos, más por temor al sangrado que otra cosa (queremos pensar que fuimos convincentes al asegurarle que no tenía importancia).
Seguimos calentando motores en este recién empezado 2021. Hasta el sábado. Os dejo con este vídeo microscópico acerca de la formación de estructuras cristalinas.
Crystal Birth from Emanuele Fornasier on Vimeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Éste es un blog dirigido a profesionales sanitarios y personas interesadas en la Dermatología. En ningún caso se atenderán consultas particulares (ver apartado de normas del blog).