El liquen plano es una dermatosis inflamatoria que afecta entre el 0,5 y el 1% de la población y que puede ser muy sencilla de diagnosticar, si se presenta en alguna de sus formas más típicas (las clásicas pápulas aplanadas pruriginosas poligonales violáceas) o tremendamente complicado en sus formas de presentación menos frecuentes, sobre todo cuando no tenemos las típicas lesiones en las que apoyar nuestra sospecha diagnóstica. Esas otras formas de presentación (que en no pocas ocasiones pueden coexistir) incluyen el liquen plano oral, ungueal, lineal, anular, atrófico, hipertrófico, invertido, ampolloso, ulcerativo, pigmentoso, liquen plano pilar, vulvovaginal, actínico, síndrome de superposición liquen plano- lupus eritematoso y liquen plano penfigoide.
El liquen plano puede afectar a pacientes de cualquier edad, aunque el 95% de casos se presentan en adultos, especialmente entre la tercera y sexta décadas de la vida. Sin preferencia de género (aunque algunos estudios sugieren que es más frecuente en mujeres), tampoco tiene una predilección “racial”, aunque algunas formas clínicas son especialmente frecuentes en ciertos tipos de piel (como el liquen plano hipertrófico, en pieles más oscuras).
Pero hoy estamos hablando de uñas, así que nos centraremos en esa curiosa manifestación del liquen plano (y no es la primera vez que hablamos de ello, ya expusimos un caso hace algunos años en este blog). Y es que el liquen plano ungueal es una manifestación frecuente (si se busca) de las formas diseminadas de la enfermedad, aunque (y eso dificulta mucho el diagnóstico) las uñas pueden ser la única afectación en algunos pacientes. El liquen plano ungueal aparece con mayor frecuencia entre la 5ª y 6ª décadas de la vida y afecta por igual a hombres y mujeres.
Típicamente se afectan más las uñas de las manos que las de los pies. Podemos observar estrías longitudinales, pitting, onicorrexis, onicosquisis (cuando la lámina ungueal se “abre” en su parte más distal) y coloración marronácea. También puede observarse traquioniquia (esas estrías longitudinales, con un aspecto deslustrado de la lámina ungueal) y onicólisis (despegamiento distal), incluso hemorragias en astilla. Si no se trata (y en ocasiones pese al tratamiento) las lesiones pueden evolucionar a una anoniquia (pérdida total de la uña), con o sin pterigium (como en el caso de Sergio). Por todo ello es importante realizar un diagnóstico precoz, ya que es al principio cuando algunos tratamientos pueden ser efectivos, como los corticoides potentes (en oclusión o inyección intralesional). Si la situación lo requiere también pueden estar indicados los tratamientos sistémicos, aunque las recurrencias son frecuentes.
En caso de duda, una biopsia nos puede ayudar (mucho más fácil si tenemos lesiones cutáneas accesibles).
A Awa no le hicimos ninguna prueba, basamos nuestro diagnóstico de sospecha en la exploración y en la historia de esa erupción cutánea que podía ser compatible con un liquen plano (así que todo es discutible). La afectación de las uñas estaba muy avanzada y finalmente decidimos, conjuntamente con la paciente, no realizar ningún tratamiento específico.
Hoy recorremos Portugal, de norte a sur. Hasta el sábado.
IMERSÃO from Morgan Jouquand on Vimeo.
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