Existen una serie de factores predisponentes que pueden provocar este problema, más llamativo que trascendente: la exposición a la luz ultravioleta, los microorganismos residentes en la piel y los episodios de sudoración intensa.
En función de la clínica y los hallazgos histopatológicos la miliaria se clasifica a su vez en cuatro grupos: miliaria cristalina, miliaria roja, miliaria pustulosa y miliaria profunda.
La miliaria cristalina, también llamada sudamina, se presenta en forma de pequeñas vesículas milimétricas, superficiales, no inflamatorias, de localización subcórnea que se rompen fácilmente al tocarlas o con el roce. Es muy frecuente en lactantes (cuando les abrigamos demasiado) o en aquellos procesos que estimulen la sudoración (fiebre, ejercicio físico, exposición solar, etc.).
La miliaria roja (o miliaria rubra) se produce cuando, debido a una obstrucción en el conducto ecrino, el sudor migra a la epidermis y dermis superior, lo que ocasiona la aparición de pápulas de aspecto más inflamatorio alrededor de los conductos sudoríparos que suelen picar. También es frecuente en lactantes o en niños y adultos tras episodios repetidos de transpiración en ambientes húmedos, pero las lesiones son más persistentes, pudiendo tardar dos semanas en recuperarse. En ocasiones, algunas lesiones de miliaria roja se transforman en lesiones pustulosas, en lo que se denomina miliaria pustulosa. Por último, la miliaria profunda se produce cuando el sudor llega a la zona más profunda de la dermis, con lesiones aún más inflamatorias. A día de hoy no se sabe exactamente por qué se presenta uno u otro tipo de miliaria, ya que a priori la causa que la provoca sería la misma.
El tratamiento no suele ser necesario en la mayor parte de los casos y, una vez realizado el diagnóstico, que es clínico, simplemente se trata de evitar en la medida de lo posible el calor y la humedad, así como el uso de cremas excesivamente untuosas que aún ocluyan más los conductos sudoríparos. La miliaria cristalina suele desaparecer en cuestión de horas y eso es lo que le sucedió a Aitana, quien al día siguiente, ya no tenía esas “burbujitas” en su piel, y sin aplicar ningún tratamiento. En las formas más profundas, si ocasionan molestias, se pueden utilizar lociones calmantes a base de mentol o calamina que pueden aliviar la sintomatología hasta que se resuelven espontáneamente.
Hoy ha sido breve, pero era muy facilito y además, estamos en verano, así que relax y a disfrutar de la luna.
Once in a Blue Moon from Luke Taylor on Vimeo.
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