La dermatitis atópica siempre se explica como un ejemplo de patología típica de las sociedades industrializadas, aunque su incidencia en países africanos está aumentando en las últimas décadas, con una prevalencia que oscila entre el 18 y el 25% de la población infantil. En el 60% se inicia entre los 2 meses y el primer año de vida, siendo menos frecuente el debut en la vida adulta.
Como ya explicamos en su día, se trata de una reacción de hipersensibilidad mediada por IgE a partir de la interacción de factores genéticos, ambientales, inmunológicos y la barrera cutánea, y a menudo se asocia con antecedentes personales y/o familiares de asma, rinitis y conjuntivitis alérgica.
Imagen correspondiente al primer día, antes del tratamiento |
El prurito es el síntoma principal, tanto, que si una dermatitis atópica no pica, probablemente habrá que ir pensando en otros posibles diagnósticos. Además, los pacientes tienen la piel seca. En la fase de brote se observan lesiones máculo-papulares confluentes, con microvesiculación y excoriaciones por el rascado. El eritema que esperaríamos ver en estos pacientes no se aprecia en fototipos más altos, lo que puede dificultar el diagnóstico. Además, es frecuente que estas lesiones se sobreinfecten por estafilococo y, de manera mucho menos frecuente pero más grave, por herpes simple, en lo que se denomina clásicamente erupción variceliforme de Kaposi (o eccema herpético). Lo que sí marca la diferencia en niños de piel negra es una marcada tendencia a la ulceración, como observamos en el caso de Mamadou. En la fase crónica lo que predomina es la liquenificación (engrosamiento cutáneo) de distribución folicular, también típico de pieles más oscuras. Los niños de piel negra también presentan frecuentemente manchas hipopigmentadas que corresponden a una pitiriasis alba (o dartros acromiante), mucho más evidente en pieles oscuras.
El diagnóstico diferencial va a depender de la forma de presentación y de la edad, pudiendo incluir la dermatitis seborreica, el eccema alérgico de contacto, la escabiosis y las infecciones por dermatofitos. En niños provenientes de países africanos este diagnóstico diferencial se amplía con las dermatosis tropicales (filariasis, etc.).
Lo que no cambia independientemente del tipo de piel es el tratamiento, que se basará en la utilización de corticoides tópicos en la mayor parte de los casos, reservándonos otras alternativas para casos seleccionados (inhibidores de la calcineurina, corticoides sistémicos, antibióticos, o incluso inmunosupresores en los casos más graves). Es fundamental explicar las medidas básicas de cuidado de la piel en estos niños, ya que de lo contrario el fracaso es la norma. Afortunadamente, en más del 40% de los casos la enfermedad se resuelve después de la niñez. De la dermatitis atópica en la vida adulta hablaremos otro día.
A Amadou le tuvimos que ir controlando de manera algo más estrecha hasta que conseguimos que su madre fuera su mejor dermatóloga y supiera cuándo ponerle la crema de corticoides, cuándo la hidratante y cuándo llevarlo al médico. Ahora tiene 9 años y la única manifestación de su dermatitis atópica es una ligera xerosis que no le da mayores problemas.
Hoy nos vamos con música clásica, con este curioso timelapse sobre Tchaikovsky.
Tchaikovsky Timelapse from joe clarke on Vimeo.
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