El
acné queloideo de la nuca es una entidad que se caracteriza por pápulas y pústulas foliculares que con tendencia a la formación de cicatrices hipertróficas, y que típicamente se desarrollan en la zona occipital de pacientes jóvenes de piel negra. Es más una
foliculitis que un verdadero acné, y la histología de las lesiones no es siempre de queloide, con lo que el nombre es un poco confuso, aunque es el que le dio
Bazin en 1872 y es el que más se usa en la literatura.
Las lesiones se manifiestan inicialmente como pápulas y pústulas foliculares, algo pruriginosas en la zona del cuello y cuero cabelludo
occipital. Con el tiempo se desarrollan lesiones
cicatriciales hipertróficas, y en casos más severos pueden ser dolorosas y realmente desfigurantes. En casos avanzados se pueden llegar a observar trayectos fistulosos con
abscesos y supuración persistente. A diferencia al acné “de verdad”,
los comedones no se observan en este trastorno.
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Imagen de acné queloideo de la nuca de otro paciente |
La
etiología de esta entidad es desconocida. Se cree que la "irritación" crónica del cabello grueso y rizado conduciría a la inflamación y desarrollo de estas lesiones. Esta hipótesis se basa en que el afeitado frecuente y el rozamiento continuado a través de la ropa empeoran esta patología. Por otra parte, el enclavamiento del pelo en la piel, la sobreinfección bacteriana y, en ocasiones, factores autoinmunes y algunas medicaciones (ciclosporina, difenilhidantoína, carmabazepina) se han implicado en la patogenia en estos pacientes.
La
incidencia no está demasiado bien establecida, pero se calcula que representa entre un 1 y un 10% de los motivos de consulta en pacientes de piel negra, con un ratio de 10 a 1 de
hombres respecto a mujeres. Aunque es una patología típica de la piel negra, también se ha descrito en hispanos y en asiáticos. Suele presentarse a la edad de 14-25 años.
Aunque es un trastorno de diagnóstico sencillo si se conoce la entidad, en ocasiones podemos plantearnos el
diagnóstico diferencial con otros procesos, como acné vulgar, acné conglobata, foliculitis decalvante, hidradenitis supurativa y
perifoliculitis capitis abscedens et suffodiens. Además hay que tener en cuenta que estas lesiones se pueden sobreinfectar por dermatofitos, hecho que dificultaría el diagnóstico.
¿Hay que realizar alguna
prueba complementaria? En general no es necesario, pero en ocasiones, si la supuración es significativa, podemos tomar un
cultivo bacteriológico y tratar en consecuencia si detectamos la presencia de gérmenes patógenos. La
biopsia sólo estará indicada en cuadros atípicos, y la histología va a variar en función del estadio evolutivo. Inicialmente podemos observar un infiltrado inflamatorio compuesto por neutrófilos y linfocitos de distribución perifolicular. Posteriormente las glándulas sebáceas serían destruidas, con liberación de fragmentos del pelo a la dermis y la consiguiente inflamación granulomatosa y fibrosis. La alopecia cicatricial puede verse en estadios tardíos, con numerosas células plasmáticas.
El
tratamiento del acné queloideo de la nuca es difícil y decepcionante, sin que exista en realidad un tratamiento de primera línea. Sí se considera que hay que recomendar a los pacientes que no se rasuren el cabello demasiado corto y que eviten cualquier cosa que les pueda rozar en esa zona. Se deberá evitar también el uso de cremas y pomadas grasas.
La utilización de jabones a base de peróxido de benzoilo, clorhexidina o queratolíticos suaves puede ayudar.
Las lesiones iniciales pueden responder al uso de
corticoides de potencia elevada, con o sin retinoides asociados.
Cuando hay abundante supuración, el tratamiento con
clindamicina tópica puede mejorar el proceso. Si realizamos tratamiento con
antibióticos orales, mejor siempre en función del antibiograma (con cultivo previo).
Asimismo se ha utilizado con éxito variable, tratamiento con
isotretinoína oral.
En casos de lesiones hipertróficas de mayor tamaño, se puede considerar la
infiltración intralesional con acetónido de triamcinolona, con el consiguiente riesgo de hipopigmentación y atrofia cutánea perilesional.
Finalmente, en casos más rebeldes, se han propuesto multitud de
tratamientos físicos, que van desde la crioterapia,
electrocirugía o diferentes tipos de
láser ablativo, con resultados variables, aunque hay que tener en cuenta la elevada tendencia a la recurrencia de estas lesiones.
¿Y qué pasó con
Charles? Pues que probamos varias opciones de tratamiento, desde clindamicina tópica, pasando por corticoides tópicos, doxiciclina oral y finalmente, isotretinoína oral, pero aunque toleró bien los diferentes tratamientos, apenas notó ninguna mejoría, así que no lo seguimos intentando (a no ser que empeore).
Para relajarnos un poquito después de este rollo, hoy os invito a ver este vídeo grabado en los Pirineos (en el
Valle de Tena, Huesca). No sé, pero a mí me han entrado muchas ganas de ir.
Pyrenees, the mountains of light from
Wildglimpses on
Vimeo.